• Mario R. Cancel
  • Historiador y escritor

El otro elemento sin el cual no se puede pensar la historia es el papel que cumple el agente que entrevé y organiza los actos pasados y que, por derivación, se denomina historiador. Este es el responsable de   inscribir, registrar y organizar en un relato los actos pasados. En última instancia, el historiador es un mediador y un traductor de las relaciones entre el pasado y el relato. Ciertamente no es el único que lo hace pero, para los fines de esta discusión introductoria, será la figura en la que concentraré la discusión.

Jano

Ya dije que la historia es el pasado y el relato del pasado o bien, si utilizó un lenguaje alterno, la historia es el fenómeno y el discurso. Lo más importante es reconocer que pasado y el relato del pasado; que el fenómeno y el discurso nunca son idénticos. Entre las dos partes no existe ni puede existir una relación perfecta de espejo o identidad. La diferencia es la misma que existe entre el acto y la memoria del mismo. La conclusión de que una historia verdadera es imposible, parece inevitable.

El historiador se encuentra ante la situación de que el pasado y el fenómeno, nunca pueden se restituidos del todo. El historiador siempre brega con impresiones imaginarias, las cuales moldea y organiza en un relato coherente que puede tomar una diversidad de formas. El discurso o el relato del pasado, nunca pierde el carácter de impresión imaginaria que le impone el hecho de que una batalla, si bien puede ser recordada y registrada, nunca volverá a ser peleada otra vez.

El reflejo de mundo fenoménico o de los actos pasados en el discurso, varía acorde con una diversidad de agentes. El tiempo y el espacio social en que está ubicado el historiador, su formación y la ideología, el sexo y la edad, entre una infinidad de factores, inciden en la forma particular en que el historiador organiza un discurso sobre el pasado.

La organización de esas impresiones imaginarias ha tomado, por lo regular la forma de un relato. Hasta el siglo 18, los discursos históricos tomaron con preferencia la forma de un texto narrativo. Del mismo modo, la forma idónea de imaginar los fenómenos del pasado fue como una trama compleja que podía se contada precisamente por ello.

La importancia de reconocer ese hecho radica en que para muchos comentaristas, ese es el centro de toda discusión historiográfica y teórica sobre esta disciplina del saber. La historiografía y la teoría se dedican, en parte, a estudiar esa diversidad de discursos historiográficos, a comprender los procesos de su redacción, a entender cómo los historiadores llegan a ciertas conclusiones y a contextualizar el conjunto de sus prácticas de una manera comprensible.

La historia es un Jano bifronte que da vueltas sobre un eje imaginario. Siempre es distinto de sí mismo y siempre ve su objeto de un modo también diferente. Aunque miré al mismo lugar, lo apropiará como si fuera otro. El discurso se caracteriza por su polisemia, rasgo que explica lo mismo la diversidad de las definiciones de la historia y el que cada vez que se retorna a un tema ya conocido, siempre da la impresión de que se trata de algo nuevo. La percepción del pasado cambia en la medida en que cambia el presente desde el cual se interpreta.