• Mario R. Cancel Sepúlveda
  • Historiador

Los “Primeros Annales” (1929-1945) son inseparables de las figuras de Marc Bloch (1886-1944) y Lucien Febvre (1878-1956), quienes habían sido educados en la Escuela Normal Superior y trabajado como profesores en Estrasburgo. Ambos manifestaron especial interés por los aspectos sociales, económicos y culturales del pasado. La historiografía de Bloch se amparaba en los recursos que ofrecía la sociología; y la de Febvre en los de la geografía y los escenarios naturales. De hecho, Febvre publicó en 1922 el libro La tierra y la evolución humana. Introducción geográfica a la historia en el cual llamaba la atención sobre las intersecciones entre ambos campos del saber. La Historia Social y Económica francesa también conocida con Escuela de Annales e identificada como historiografía nueva o nueva historia fue, a la larga, el resultado de aquellos trabajos iniciales.

En el campo teórico e interpretativo las notas dominantes de la Historia Social y Económica francesa fueron en primer lugar, la interdisciplinariedad, práctica que fortaleció el desarrollo de una alianza y la importación de metodologías de diversos campos del saber tales como:

  • Las Ciencias Sociales siguiendo el modelo de los Annales de Sociología de Durkheim
  • La Geografía Humana siguiendo el modelo de los Annales de Geografía del geógrafo francés Pierre Vidal de la Blache (1845-1918)
  • La historia económica alemana siguiendo el modelo del historicismo económico de Gustav Schmoller (1983-1917) en el marco de las staatwissenschaften o Ciencias del Estado que tenía en la economía uno de su componentes al lado del derecho, la historia y la administración civil.

El segundo lugar, llama mucho la atención su interés por el problema de la Edad Media y los periodos del Humanismo y la Reforma Evangélica, procesos que tanto influyeron en la figuración material y espiritual de la Europa Moderna. Con ello buscaban animar la  explicación de la Europa Moderna, caracterizada por el crecimiento del capitalismo industrial y financiero, sobre la base de una reflexión profunda en torno a su pasado premoderno y precapitalista recurriendo a argumentos sociales, económicos y geográficos innovadores. Por eso en lugar de ocuparse del capitalismo industrial y financiero como lo habían hecho Marx en el siglo 19 y Lenin a principios del siglo 20, buscaban explicar el problema estudiando sus fases formativas a la luz de los burgos, comunas o ciudades y las redes comerciales que habían crecido en Europa desde los siglos 11 y 12 d.C. Para comprender bien aquella experiencia era necesario fijarse en las estructuras sociales y económicas tanto o más que en las políticas y jurídicas.

Marc Bloch durante la Gran Guerra (1914-1918)

En tercer lugar, rompieron con el proceratismo, la tendencia a ver los procesos y los cambios históricos como resultado del esfuerzo de los individuos excepcionales en la vida pública propia de la biografía latina y romántica, y reformularon la mirada en torno aquellos. Febvre, por ejemplo, escribió estudios innovadores sobre Felipe II (1911) y Martín Lutero (1928). Braudel en El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II (1949), tenía en el monarca español, cuyo reinado se extendió desde el 1556  hasta el 1598, un punto de referencia importante. Pero siempre se cuidó de proyectarlo como un actor más entre una diversidad de fuerzas. El esfuerzo de aquellos iba dirigido a reposicionar al hombre excepcional en su contexto social, económico y cultural con lo cual se superaba el subjetivismo propio de la biografía tradicional.

En cuarto lugar, mostraron particular interés en los espacios diferenciales o marginales, es decir, aquellos que la historiografía tradicional pasaba por alto, como tema de estudio. Bloch (1924) publicó el volumen Los reyes taumaturgos, su primera gran obra, en la cual discutía la vida social de la monarquía francesa y británica del año 1000 d.C. a la luz del “rito del toque” y la fe de los súbditos en el poder sobrenatural del rey como figura maravillosa y milagrosa por cuenta de sus presuntos poderes curativos sobre la escrófula o las úlceras que brotaban del cuerpo de los tuberculosos. Detrás de la actitud de los súbditos estaba presente la idea de que el poder del monarca tenía un origen divino, idea de que provenía de las especulaciones políticas propias del Providencialismo Cristiano o Determinismo Divino. De igual modo, Bloch en el libro La historia rural francesa:  caracteres originales (1931) elaboraba una investigación sobre las comunidades campesinas y los procesos de ocupación de la tierra, la vida social de la ruralía, el régimen feudal y las relaciones entre señores y campesinos en general durante los siglos 17 y 18. El retroceso del mundo agrario ante los avances del capitalismo industrial y financiero durante la segunda parte del siglo 19 y la primera del siglo 20 habían estimulado, por cierto, el  interés en el la sociología rural, un campo de estudio cercano a la curiosidad de Bloch, en Estados Unidos.

En quinto lugar, se propusieron elaborar una “historia total” en el sentido que dio Henri Berr (1863-1954) a ese concepto por lo que acudieron al “comparatismo histórico”. A ese fin buscaban las similitudes y las discrepancias entre sociedades coetáneas o distantes, contemporáneas o no. Cónsono con aquella actitud reflexiva estimularon el desarrollo de un balance entre la reflexión teórica y la investigación histórica que, a la larga, marcaría la producción historiográfica hasta el presente. El ejercicio teórico elaborado por historiadores prácticos estaba muy lejos de las teorías especulativas y metafísicas que provenían de la filosofía y la teología, prácticas que ya el historicismo del siglo 19 había rechazado. Veamos unos modelos interpretativos

En Introducción a la historia, obra escrita en 1941 y publicada en 1949, Bloch definía la historia como la “disciplina que estudia a los hombres en el tiempo”. Su breve y concisa afirmación respondía de manera clara cuatro problemas en torno a aquel campo del saber:  “qué es”, “qué hace”, “cuál es su objeto” y “cuál es su escenario”, del siguiente modo.

  • ¿Qué es? La historia era para Bloch un estudio o un saber que se movía entre las disciplinas sociales, humanísticas y literarias. En ese sentido se trataba de un estudio híbrido o multidisciplinar que había integrado recursos de una diversidad de tradiciones interpretativas por lo que resultaba difícil de clasificar como una ciencia exacta. Bloch reconocía que, a la altura de 1940, la disciplina de la historia había integrado recursos de la Ilustración, de las ciencias naturales y de las ciencias sociales, del racionalismo francés y del idealismo alemán, entre otras formas del saber ligados a la modernidad. Aquella pluralidad de influencias explicaba la pluralidad de las metodologías y de las versiones sobre el pasado que habían generado los historiadores a través del tiempo. Con ello reconocía que pasado e historia no eran sinónimos y que, por el contrario, el pasado era capaz de producir muchas historias precisamente porque podía ser interpretado de modos diversos. Aquella diversidad de las historias sugería que los discursos históricos eran en parte  ejercicios retóricos que poseían, aparte de un fin informativo, un fin persuasivo por lo que, distinto al planteamiento de Voltaire, la historia y la fábula o la ficción literaria poseían elementos en común.
  • ¿Qué hace? En cuanto a este asunto Bloch respondía que su tarea era “estudiar” o ejercer el entendimiento para “comprender” un objeto que no era otro que la humanidad. “Comprender” significaba entender de manera empática, condescendiente y circunspecta el objeto de estudio. Bloch no veía la disciplina de la historia como una “ciencia exacta” tal y como habían afirmado los Positivistas y algunos Materialistas Históricos del siglo 19 y 20. Su inseguridad estaba relacionada con toda probabilidad con los tiempos difíciles que le había correspondido vivir. La Gran Guerra (1914-1918), la Gran Depresión (1929) y la Segunda Guerra Mundial (1939-1945)  en medio de la cual perdió la vida en 1944, habían demostrado la fragilidad del mundo capitalista y de los ideales liberales y democráticos occidentales. La incertidumbre en torno a la naturaleza de la gnosis o el saber y el escepticismo se generalizaban en medio de las crisis. El valor de las ideas de racionalidad, libertad y progreso estaban en entredicho,  aspecto en el cual coincidía con el Materialismo Histórico, el Vitalismo Filosófico y los decadentistas que preveían la disolución de la civilización o cultura occidental.
  • ¿Cuál es su objeto de estudio? El objeto de estudio es el “hombre”, es decir, la humanidad, afirmación con la que confirmaba que la historia era una disciplina humanística en el sentido amplio de la palabra. Pero dado que la humanidad tomaba conciencia de su ser en las múltiples interacciones con los otros en la vida social, la historia también era una disciplina social. Bloch sugería que cuando se observaban las actividades económicas, culturales, científicas, políticas, sociales o psicológicas en las que los seres humanos se involucraban constantemente estábamos estudiando a la humanidad. La centralidad de lo humano y sus procesos relacionales en la disciplina de la historia había sidouno de los logros más significativos de la cultura del humanismo y continuó siendo una de las claves para la definición de la historia como forma de pensamiento hasta el punto de que llegó a presumirse que, sin seres humanos que la articularan, la pensaran y  la narraran, no había historia.
  • ¿Cuál es su escenario? El escenario de la historia sin duda era el “tiempo”, concepto que en este caso debía ser entendido como la “duración” de las cosas que cambiaban. Los conceptos “tiempo” y “duración” volverían a ocupar las reflexiones de otro de los historiadores de la Escuela de Annales y uno de los herederos de la obra de Bloch: Fernand Braudel.

La reflexión de Bloch ofrecía la ventaja de que había sido elaborada desde la práctica de la historia y no desde la teología o la filosofía, por lo que su lenguaje hablaba a los historiadores en sus propios términos. Aquella ofrecía dos pistas concretas que no deben ser pasadas por alto, a saber:

  • La primera se relacionaba con el principio del objeto de estudio de la disciplina de la historia, el tiempo pasado que se comprende desde un presente concreto con el fin de establecer criterios para enfrentar el futuro, solo posee sentido para la humanidad. Las otros criaturas u organismos que conviven con la humanidad no sienten el tiempo como los seres humanos.
  • La segunda era que la preocupación central de la disciplina de la historia eran los cambios o discontinuidades y que su instrumento más preciado para entender las diferencias entre un “antes” y un “después” era la “memoria” y el establecimiento del “recuerdo”. Bloch aceptaba que la disciplina de la historia se fijaba en aquello que cambiaba y asumía que todo cambiaba siempre y que nada era permanente.

Para Bloch ser historiador requería refinar la capacidad para capturar intelectualmente aquella fluidez desordenada o caótica en apariencia y adjudicarle una estructura explicativa comprensible que la cargara de sentido. Su complejidad radicaba en que la historia se desplegaba en un espacio humano que poseía numerosas facetas que representaban un reto para el historiador. Los actos humanos en el tiempo se ejecutaban en un escenario que era:

  • Físico, porque involucraba una geografía que en ocasiones facilitaba o dificultaba en mayor o menor grado las acciones concretas de los actores
  • Social, porque comprendía un conjunto de clases y sectores sociales que poseían valores y aspiraciones peculiares que forcejaban por imponerse
  • Cultural, porque envolvía un conjunto variado de formas de apropiar o entender el mundo
  • Emocional, porque todo ello redundaba en una diversidad de psicologías que afectaba la evaluación del acontecer

Sus comentarios servían para comprender por qué no todos los actores o actores de la historia vivían el fenómeno del mismo modo y, a la vez por qué no todos los observadores, incluyendo a los historiadores, llegaban a las mismas conclusiones respecto al pasado.

Lucien Febvre

Febvre por su parte creó el instrumento teórico llamado la “historia problema” con el cual esperaba de superar a la “historia historizante”, práctica de la disciplina que identificaba con la historiografía tradicional y el Gran Relato Moderno. La crítica iba dirigida, aspecto que recuerda las observaciones del filósofo alemán Friedrich Nietzsche, hacia la historiografía positivista y narrativa tan preocupada por la reproducción precisa de los acontecimientos del pasado.

En el volumen Combates por la historia (1952) la “historia problema” era  definida como una historiografía que no “inmovilizaba” el pasado, comentario que recordaba las observaciones del también filósofo Henri Bergson en el sentido de que la Razón tendía  a “petrificar” el objeto de estudio para conocerlo, por lo que resultaba insuficiente para apropiar el “fluir” de la vida. Para Febvre aquello implicaba que la “historia problema” no se quedaba en el dato o el acontecimiento y se proponía ver la dinámica del objeto como algo fluido y cambiante. El resultado de un esfuerzo de aquella naturaleza sería, a no dudarlo, era un texto menos narrativo o descriptivo y más reflexivo, interpretativo y creativo.

El concepto “historia problema” sugería varias cosas teóricas y metodológicas:

  • Un “problema” es una cuestión o materia por resolver
  • El trabajo del historiador debían consistir en formular los “problemas” que hallaba en el pasado y “comprenderlos” o adjudicarles sentido
  • “Problematizar” significaba tratar como un “problema” lo que en apariencia no lo era
  • El resultado de la investigación equivalía a la “solución” tentativa del “problema”

Con su planteamiento teórico Febvre buscaba que se dejase de ver el pasado histórico como una superficie homogénea y uniforme. Por el contrario, debía mirársele como una superficie heterogénea y desigual. Afirmaba además el papel activo del historiador y su presente en el proceso de investigación en la medida en que sugería  que los “problemas” históricos no existían en “estado puro” sino que el historiador era quien los formulaba o definía:

…en el desarrollo de la historia problema, el historiador ya no estudiará el pasado sin antes plantear toda una serie de cuestiones. Por el contrario, como hombre identificado y comprometido con su presente, estudiará la historia con un cuestionario elaborado, en función de sus preocupaciones y problemas actuales.

En síntesis, el protagonista del proceso interpretativo en torno al pasado era el historiador y su presente.