Jean-Jacques Rousseau


  • Mario R. Cancel
  • Historiador y escritor

Las Ciencias Sociales y la Historiografía Modernas, explican y celebran el proceso de Modernización, pero también elaboraron una crítica inteligente en torno a los problemas generados por el cambio. La situación las trasformó en disciplinas comprometidas con la praxis preocupadas por le relación entre el Estado y el Pueblo o la Sociedad, y por los mecanismo de Distribución de los bienes y la riqueza en la medida en que reconocieron el Acceso Desigual a esos objetivos. En ese sentido, la integración entre aquellas esferas disciplinarias fue el terreno preciso para la renovación de la Utopía con un carácter Moderno. El sujeto de las Utopías Modernas fue la Clase Social.

Utopías Industriales

Henry de Saint-Simon (1759-1825), denominado en ocasiones “Padre de la Sociología”, apoyó su proyecto utópico en el reconocimiento de que la Sociedad y el Estado eran cosas distintas y se oponían. La Sociedad era espontánea y el Estado coercitivo: LibertadSujeción eran la base maniquea de su argumento. Las tensiones entre ambos principio eran parte de “la crisis de adolescencia” del la Sociedad Industrial. La Utopía de Saint-Simon estaba dirigida a que el –Gobierno –la gestión del Estado-, debía ser sustituido por la Administración –la gestión del Empresario-. La Administración debía ser responsabilidad de los Productores y los Jefes Naturales de ese amplio sector, identificado con los Artesanos, eran losIndustriales que actuaban como Vanguardia de la primera etapa del Capitalismo Industrial. Los Señores Obreros, como los denominaba, estaban en el deber de aceptar la situación y someterse a los Industriales. Solo bajo esas condiciones se resolvía el dístico LibertadSujeción, y se vencía el Desorden en nombre Orden. Lejos del Anarquismo, la AdministraciónCentralizada permanecía pero en otras manos. Se trata de un Racionalismo Burgués extremo que confía en los logros del Industrialismo y la Clase Social que se entronizó en el poder: laBurguesía Industrial.

La Parábola –una narrativa social de Saint-Simon, sintetiza a la perfección dichas posturas. A pesar de la distancia,  la Utopía saint-simoniana posee numerosos paralelos con elComunismo Científico o la Administración de la Cosas de Karl Marx o con el Tecno-Estado propio de la Globalización y la Era Post-Industrial

Charles Fourier (1772-1837)  enfrentó la contradicción entre  la Sociedad y el Estado mediante el recurso de la asociación mediante la unión de intereses. La unidad social privilegiada era el FalansterioCasa de las Falanges, una comuna autosuficiente de productoresconsumidores que ha sido parangonada con la metáfora del  hotel donde los huéspedes se encargan de producir los consumos del grupo de un modo racional y controlado. En el caso de Fourier, la protesta contra el Estado y la Administración Centralizada, favorece la fragmentación en unidades comunales pequeñas. El  Areópago, esfera superior a los Falansterios, no manda, instruye, vigila o coacciona a los demás: el poder central ha sido demolido anunciando la Anarquía. La Utopía de Fourier funciona como una Confederación de Comunas libres e iguales a favor de la descentralización y la autonomía local.

La Utopía de Fourier prefigura el empowerment postmoderno, la autogestión comunitaria e, incluso el protagonismo de la Sociedad Civil y es una fuente invaluable lo mismo paraSocialismo FrancésAustro-Alemán, el Ruso y el Anarquismo. En Fourier como en Saint-Simon, la protesta contra el Estado Moderno producto del 1789, el Leviatán, es evidente. Un detalle: en 1939, se llamó Falansterio a un proyecto de vivienda pública en Puerto Rico que, junto con Miraflores y la Urbanización Eleanor Roosevelt, fueron la base del Residencial oCaserío urbano en el país en momentos del Nuevo Trato y el ascenso del Populismo.

En su conjunto, la Utopías Industriales, fueron respuestas a la Crisis Inminente de la Humanidad y alegatos en favor de una soñada Armonía Universal. Se proponían Suprimir la Contradicción Social mediante Mecanismos Racionales. La esperanza se depositaba en un sector de los Productores, ya fuesen  los Industriales, los Capitalistas, los Burgueses o losArtesanos.El camino a la Utopía se consideraba allanado por la Ciencia Aplicada, la Técnica y la Administración Racional. Como apunté en otro momento, la Interpretación Social o laEspeculación   Histórica, han sido puestas al servicio del Cambio Social por medio de una Praxis.

Utopías Laborales y Obreras

Robert Owen (1771-1858) no es un teórico sino un reformista. En ese sentido, enfrenta la Crisis Sociedad Industrial –el Desequilibrio-  en términos prácticos. Su modelo utópico fueronComunidades Agrarias pequeñas, organizadas sobre el “principio de la asociación de trabajo, de consumopropiedad, así como de iguales privilegios”. Lo que debía mantener unidas a las personas eran los “intereses mutuos y comunes”. Lo más interesante de todo esto fue que Owen no proponía nada parecido a la destrucción de la  propiedad privada o siquiera aspiraba sustituirla con la propiedad común. Su meta era más Romántica y Humanitaria, si se quiere. Se trataba de hacer posible el “goce mutuo” de los “bienes comunes”en un régimen de igualdad de derechos y facilidades.

El Mutualismo o el Comunitarismo, como se ha denominado ese sistema, contradecían lo mismo al Universalismo que al Nacionalismo. Pero también atentaban contra elIndividualismo y la canónica Libre Competencia. Mediante el Mutualismo o el Comunitarismo, Owen aspiraba superar la contradicción entre Estado y la Sociedad o entreGobernantesGobernados. La meta era eliminar el poder de coacción del Estado y los Gobernantes mediante un movimiento que ascendía de la base –las Comunidades Agrarias- hacia la cúspide –el Estado-.

Owen es considerado el Padre del Cooperativismo y el Socialismo Moderado. En 1835 redactó la Asociación de Todas las Clases de Todas las Naciones conocida como Los Socialistas, cuya aspiración mayor era –como en Saint-Simon y Fourier- la Armonía entre ProductoresConsumidores. La Armonía en las Comunidades Agrarias pequeñas, producirá la Armoníaen el Sistema. La tradición de Owen me parece evidente en ciertas propuestas del  Post-Socialismo y el Activismo Comunitario que endiosa la Sociedad Civil en el presente.

Por último, Pierre-Joseph Proudhoun (1809-1865), que fue la figura más influyente antes de Karl Marx, verbaliza la contradicción entre la Sociedad y el Estado antes aludida, en los conceptos ComunidadDemocracia. La solución a la solución a la misma es la Economía-Política o el Socialismo. De nuevo el Socialismo se identifica con la Administración Científicade ambas esferas. Proudhoun instituye la preponderancia del Principio Económico en la fundación de la Solidaridad Humana y le resta importancia al papel del Gobierno o de laReligión en ese fin, afirmando el carácter laico de las Utopías Modernas y distanciándolas todo lo más posible de los Paraísos Extraterrenales de las religiones.

Lo más relevante para la discusión de la Utopías en la Postmodernidad, es que Proudhoun se opone a que su propuesta se convierta en un Sistema,  un Programa, un Catecismo o unpanfleto de instrucciones para la acción. Como Marx, el teórico acepta que el Socialismo es un desarrollo Natural del Sistema Industrial, es decir, del Progreso Universal. Pero el mismo será un producto del Trabajo Humano, no de Leyes Universales que actúen al margen de la humanidad (Filosofía del progreso, 1851). Proudhoun relativiza radicalmente lasverdades históricas hasta el punto de sostener que “…todas las ideas son erróneas, es decir, contradictorias e irracionales, si se las toma en una acepción exclusiva y absoluta…” Desde esa perspectiva, Proudhoun está más allá de la Modernidad al afirmar que las conclusiones de la Filosofía y la Ciencia son contingentes.

Para Proudhoun, a Revolución es la Reforma de la Sociedad. Ante ese objetivo, el Estado siempre representará un problema: es la Cárcel de la Sociedad, empobrece la cultura social. De ello deriva su aspiración a limitar el poder del Estado como paso necesario en al camino hacia la Libertad, concepto que debe mucho al Estado Natural de J.J. Rousseau. La respuesta al Estado coercitivo es el Federalismo y el Comunalismo, espacio en donde predominan los valores mutuos y la reciprocidad. Pero esa situación no puede conseguirse en laSociedad Industrial, dominada por el individualismo egoísta. El Industrial tiene que desaparecer abriendo paso a un orden en donde los trabajadores deben trabajar para ellos: “todos asociados y todos libres”. Las Asociaciones de Trabajadores o los Rebaños de Producción no deben estar sometidas a un Poder Central.  Visto en perspectiva, Proudhoun desecha la necesidad de algo parecido a una Dictadura del proletariado y se hubiese opuesto a un Congreso de los Soviets tal y como se configuró en la Rusia después de la Revolución de 1917.

Como se ha visto, esta también era una  respuestas a la Crisis Inminente de la Humanidad y un alegatos a favor de la Armonía Universal pero la esperanza está puesta en otra Clase Social: los Obreros o los Trabajadores. Las Ciencias Sociales animan en la Historiografía un tipo novedoso de especulación que la enriquece y la prepara para las grandes crisis del siglo 20.

  • Jean-Jacques Rousseau (1712-1778)

A medida que las ideas y los sentimientos se van sucediendo, que el espíritu y el corazón se van ejercitando, el género humano continúa domesticándose, los lazos se extienden y los vínculos se estrechan. Se tomó la costumbre de reunirse ante los chamizos o alrededor de un gran árbol; el canto y la danza, auténticos vástagos del amor y el ocio, se convirtieron en la distracción o, mejor dicho, en la ocupación de los hombres y las mujeres ociosos y agrupados. Cada cual empezó a mirar a los demás y a querer que lo mirasen a él, y la estimación pública tuvo un valor. El que cantaba o bailaba mejor, el más hermoso, el más fuerte, el más hábil o el más elocuente se volvió en el más considerado, y éste fue el primer paso hacia la desigualdad y hacia el vicio al propio tiempo, pues de estas primeras preferencias nacieron por un lado la vanidad y el desprecio, por otro la vergüenza y la envidia; y la fermentación originada por estas nuevas levaduras produjo finalmente unos compuestos funestos para la felicidad y la inocencia.

Tan pronto como los hombres hubieron empezado a apreciarse mutuamente y la idea de la consideración se hubo formado en su mente, cada uno pretendió tener derecho a ella, y ya no fue posible carecer impunemente de la misma para nadie. De aquí salieron las primeras obligaciones de la civilización, incluso entre los salvajes, y desde ahí cualquier perjuicio voluntario se volvió en una ofensa porque con el mal resultante de la injuria el ofendido veía en ella el desprecio a su persona, a menudo más insoportable que el propio mal. Es así como, castigando cada cual el desprecio que le habían manifestado de un modo desproporcionado al caso que hacía de sí mismo, las venganzas se volvieron terribles y los hombres sanguinarios y crueles. Este es precisamente el nivel que habían alcanzado la mayoría de los pueblos salvajes que conocemos; y es por falta de no haber distinguido suficientemente las ideas y observando hasta qué punto estos pueblos se habían alejado ya del primitivo estado natural, por lo que muchos se han apresurado a concluir que el hombre es cruel por naturaleza y que necesita de la civilización para apaciguarlo, cuando en verdad nada hay más apacible que el hombre en su estado primitivo, cuando colocado por la naturaleza a igual distancia de la estupidez de los brutos y de las luces funestas del hombre civil, y limitado asimismo por el instinto y por la razón a asegurarse contra el mal que lo acecha, se halla retenido por la piedad natural en hacerle mal a nadie personalmente, sin que nada lo mueva a ello, incluso después de haber sufrido el mal. Pues según el axioma del sabio Locke, “no puede haber injuria donde no hay ninguna propiedad”.

Pero es preciso subrayar que, una vez iniciada la sociedad y ya establecidas las relaciones entre los hombres, éstos exigían de ellos unas cualidades diferentes de las que tenían a través de su primitiva constitución; que la moralidad que comenzaba a introducirse en las acciones humanas y siendo cada cual antes de existir las leyes el único juez y vengador de las ofensas que recibiera, la bondad conveniente al puro estado natural ya no era la que le convenía a la sociedad naciente; que hacía falta que los castigos fueran más severos a medida que las ocasiones de ofender se volvían más frecuentes, y que al terror de las venganzas le incumbía el hacer las veces del freno de las leyes. Así, pese a que los hombres se hubieran vuelto menos resistentes y a que la piedad natural ya hubiese sufrido alguna alteración, ese periodo de desarrollo de las facultades humanas, ocupando un justo medio entre la indolencia del estado primitivo y la petulante actividad de nuestro amor propio, debió ser la época más feliz y la más duradera. Cuanto más se reflexiona en ella, más se considera que ese estado era el menos propicio a las revoluciones, que era el mejor para el hombre, y que sólo podía salir de él debido a algún azar funesto que, para el bien común, nunca hubiera debido producirse. El ejemplo de los salvajes que han sido hallados casi todos en ese estado parece confirmar que el género humano estaba hecho para permanecer en él siempre, que dicho estado es la verdadera juventud del mundo y que todos los progresos ulteriores fueron en apariencia otros tantos pasos hacia la perfección del individuo y en realidad hacia la decrepitud de la especie.

Mientras los hombres se conformaron con sus rústicas chozas, mientras se contentaron con coser sus vestimentas de piel con espinas o con raspas, con adornarse con plumas y con conchas, con pintarse el cuerpo de diversos colores, con perfeccionar y adornar sus arcos y sus flechas, con labrar con unas piedras cortantes cualquier canoa de pescadores o algunos groseros instrumentos de música; en una palabra, mientras sólo se aplicaron a realizar unos trabajos que un solo individuo podía hacer y a unas artes que no necesitaban del concurso de varias manos, vivieron libres, sanos, buenos y felices en la medida en que podían serlo por su naturaleza, y continuaron disfrutando entre ellos de las amenidades de unas relaciones independientes. Pero tan pronto como un hombre necesitó de la ayuda de otro, tan pronto como se dieron cuenta de que era ventajoso que uno solo tuviera provisiones para dos, la igualdad desapareció, se instauró la propiedad, el trabajo se volvió necesario y las extensas selvas se transformaron en unas campiñas sonrientes que hubo que regar con el sudor de los hombres y a través de las cuales pronto se vio germinar la esclavitud y la miseria que se incrementaron con las cosechas…

Tomado de Jean Jacques Rousseau. Discurso  sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los hombres (1755/1973). Barcelona. Península. Págs. 77-79.

Comentario:

En este fragmento Rousseau elabora una explicación en torno a la forma en que, de un Estado Natural –primitivo, anárquico, pre-social- surge la Sociedad. El orden social es el resultado de un proceso de domesticación que nace de la costumbre de los seres humanos de reunirse para  compartir una diversidad de cosas. Esas reuniones estimularon la necesidad de los seres humanos de recibir la estimación pública, legitimaron la competencia y constituyeron el primer paso hacia la desigualdad y los sentimientos contradictorios ligados a la misma. Su tesis es que el ser humano era virtuoso, solidario, igualitario y bueno por naturaleza; y que en ese proceso desarrolla, los vicios, se hace egoísta, jerárquico y malo. La autoridad de John Locke fortalece su conclusión al identificar el agente que impone la transición con la propiedad. El argumento se encuentra, de diversos modos, reiterado  en el anarquismo, las ideologías fraternas, el socialismo y el comunismo.

Su concepción de la Sociedad como un agente coercitivo para la protección del orden es claro: la Sociedad y luego el Estado son represivos por necesidad. Su conclusión de que ese “justo medio entre la indolencia del estado primitivo y la petulante actividad de nuestro amor propio” –la Civilización– fue la “época más feliz” y que el “género humano estaba hecho para permanecer en él siempre”, es la base del  Romanticismo del siglo 19, como se verá más adelante. El Beatus Ille, motivo poético creado por el poeta latino Horacio (65-8 a.C) con el que se exalta la vida del natural como lugar donde se logra la perfecta paz espiritual, es análogo al planteamiento de Rousseau.

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